Al principio
Aunque soy psicoterapeuta, empecé mi vida académica estudiando Filología mientras
trabajaba como administrativa. Con 25 años pedí una excedencia, me separé de mi primera
pareja, y marché a México, donde
pretendía consolidar mi vocación como escritora. Una aventura que duró muy
poco, pues regresé a Catalunya, concretamente,
a Pobla de Segur, donde obtuve mi primer
destino como profesora de Lengua y Literatura española.
La danza...
Al separarme, decidí también dedicarme a la danza. El
trabajo corporal me cautivó: aprendí el método Laban, estudié
Danza Creativa; clases que alternaba con la Danza contemporánea y el Contact. También
he practicado Danza Africana, he bailado Capoeira y Samba; he sido
practicante regular de Yoga desde 1991 y finalmente, cuando nació mi primera
hija, acabé entrando en el mundo de la Danza Oriental, disciplina en la que me he especializado y trabajado. Como alumna
primero, como profesora después, esta danza
me ha permitido estar en contacto regular con grupos de mujeres. El mundo de la danza oriental significó para
mí recuperar y habitar mi cuerpo; reconciliarme con mi feminidad y mis
sentidos. Y también entrar en contacto con las corazas y los bloqueos emocionales tanto los míos como los de mis alumnas.
...y la terapia
Pronto me di cuenta de lo sanador
que resultaba para muchas mujeres asistir con regularidad a las clases. No
sólo porque era un momento exclusivamente para a ellas, sino también
porque los movimientos de la Danza Oriental
daban lugar a importantes desbloqueos emocionales: en algunas ocasiones,
algunas mujeres lloraban o accedían a recuerdos cuya memoria había sepultado. Y también, claro, aparecía la risa, el juego, la complicidad. Se iba construyendo un espacio terapéutico, basado en la
complicidad con las otras y en la
posibilidad de expresar lo que aparecía en cada momento, fuera lo que fuera. La
práctica regular de la danza se convertía en una sanación para muchas mujeres
que podían recuperar su sensualidad, experimentar la ternura o la dulzura y también contactar
con su enfado, con la envidia o con la agresividad. Allí se movían todas las
emociones que nos conforman y que no siempre sabemos manejar. Y, sobre todo, lo más sanador, era permitirnos expresar aquello que sentíamos en cada momento, sin juicio, sin necesidad de justificarnos.
Junto con un grupo de doulas, inicio el proyecto "Amb cos de dona", un grupo de movimiento para mujeres ( y sus hijas ), un grupo de trabajo que se ha ido modificando a demanda de las mujeres que participan en él y que tiene como propósito reparar la relación con una misma.
El deseo de saber más, y mi
propio proceso terapéutico personal me llevaron a adentrarme en el mundo de la
terapia. Primero fue el SAT, de Claudio Naranjo; un curso iniciático a consecuencia
del cual decidí formarme como terapeuta
Gestalt. Después, realizo las formaciones de posgrado, en terapia para adolescentes, infantil
y clínica gestáltica. Posteriormente, apareció la oportunidad de ejercer como tutora de la formación en Terapia Gestalt.
Paralelamente, y en el terreno de lo personal, me enfrento al proceso de acoso al que fue sometido mi hijo, con 12 años, y que significó para nosotros un cambio de población, de centro de estudios y de trabajo y, para finalizar, el ingreso de mi hijo en un centro para adolescentes (ITA)durante un año. A raíz de este ingreso me empiezo a interesar por el mundo de la familia y de las relaciones en el sistema familiar. Empiezo a interesarme por la intervención en sistemas familiares, constelaciones familiares y pedagogía sistémica.
Paralelamente, y en el terreno de lo personal, me enfrento al proceso de acoso al que fue sometido mi hijo, con 12 años, y que significó para nosotros un cambio de población, de centro de estudios y de trabajo y, para finalizar, el ingreso de mi hijo en un centro para adolescentes (ITA)durante un año. A raíz de este ingreso me empiezo a interesar por el mundo de la familia y de las relaciones en el sistema familiar. Empiezo a interesarme por la intervención en sistemas familiares, constelaciones familiares y pedagogía sistémica.
Mi deseo de unir el trabajo corporal con la terapia, me lleva a formarme como terapeuta en psicología somática corporal, y a convalidar mi titulación como psicoterapeuta en la EAP ( Asociación EUROPEA de psicoterapia)
Creo que un proceso terapéutico
es un proceso de regreso: regreso a nuestra esencia, a aquello que somos por
debajo del sufrimiento que nos pueda haber ocasionado nuestra propia
historia. Un primer paso para entender y cambiar una situación de malestar.
Comprendernos y comprender; reformular la narrativa de nuestra vida bajo otra
perspectiva y seguir viviendo, ya en la consciencia, y no a merced de
mecanismos inconscientes de defensa que, en muchos casos, son quienes determinan el
rumbo a seguir y la dirección hacia la que hemos encaminado nuestra vida.
Es un bonito proceso de despojarse del miedo y elegir: podemos elegir cómo ser, más allá de reaccionar. Cómo comunicarnos, como relacionarnos con el mundo. Y todo desde una mirada compasiva a nosotros mismos y, por extensión, a los demás.
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